He realizado ya bastantes cursos respecto a cómo importar productos desde China pero no me hubiese atrevido a hacerlo sin fundamentos de peso. Me habían dicho que era posible hacer buenos negocios pero, como dicen por ahí, en la teoría siempre está todo bien. Tuve que ir para convencerme y fui testigo de la increíble variedad de posibilidades que ofrece el país milenario para un emprendedor o comerciante establecido.
No es un viaje fácil. Son, en total, 35 horas de vuelo para llegar a la magnífica isla de Hong Kong. Una ciudad fascinante en donde puedes ver, a lo menos, un edificio de la talla de la Torre Cencosud en cada cuadra del centro. Los vehículos con el conductor al lado derecho te hacen recordar la herencia de las costumbres inglesas que aún perduran en la isla a pesar de su liberación hace ya 19 años. De ahí son dos horas más en tren hacia el interior de la República Popular China para llegar al que fue mi primer objetivo: Guangzhou. Ciudad de 13 millones de habitantes en donde se alberga la exposición de comercio internacional más grande del mundo conocida como la Feria de Cantón.
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Fue precisamente la relevancia mundial de esta feria la que, a un socio de la época y a mi, nos hizo tomar la decisión de asistir para conocer en un mismo lugar a proveedores de todos los tipos de productos que se fabrican en China. Cuando decían que es la feria más grande del mundo era literalmente. El moderno y sofisticado complejo tiene una totalidad de 1.100.000 metros cuadrados. Faltan días para recorrer la totalidad de las tres zonas que componen sus pabellones de exposición.
Aún así, sin pasar por todos los stands de fabricantes y traders presentes me pude encontrar con muchos de los productos que ya se venden en Chile y otra infinidad de cosas que aún no llegan, sobre todo a nivel de muebles, decoración, juguetes y accesorios para mascotas. Pero, respecto a lo conocido empezamos a notar que acá hay gente que está haciendo el negocio de sus vidas. Sillones, artículos de aseo, ropa entre otros a un quinto del precio del que acá se vende a público. Puede sonar exagerado pero por eso es que había que estar ahí para averiguarlo.
Ante tal oportunidad tuve que sacar mi mejor inglés para entenderme con cuanto chino estuviera dispuesto a conversar (casi todos los expositores hablan inglés) para sacar cálculos y obtener los datos para un futuro contacto. Conocer un proveedor en la Feria de Cantón da una garantía tremenda para evitar fraudes. Cada uno de ellos paga alrededor de 45 mil dólares por estar presentes exponiendo sus productos por lo que no hay espacio para estafadores. Cada conversación va despertando cada vez más la ambición y hace más difícil la decisión para determinar por dónde empezar.
A pesar de la lejanía, la diferencia cultural y la barrera del idioma no faltaron los latinos que trabajaban para empresas chinas o residentes que ofician como agentes de compras. La fraternidad que genera el hecho de hablar español permitió que pudiera escuchar con mayor detalle y precisión de ellos cómo son los negocios y dónde están las mejores oportunidades. Fueron 5 los latinos que coincidieron con un tema que nos llevó a cambiar el rumbo en el país asiático. Nos dijeron que no era Guangzhou la ciudad en donde estaba lo más atractivo sino que era más al norte en la ciudad de Yiwu.
Siete horas a 330 kilómetros por hora en un tren que une las ciudades de Guangzhou y el puerto de Shanghai. Una de las últimas estaciones del trayecto es la que corresponde a Yiwu, una ciudad de menos de un millón de habitantes pero que tiene dentro de sus atractivos para el comercio la International Trade City. 340 mil metros cuadrados divididos en 5 distritos de cuatro pisos cada uno. En total albergan 10.500 locales con todo, todo, todo lo que acá conoces como fabricado en China. Honestamente no es un recinto tan moderno y acogedor como la Feria de Cantón pero la forma no afecta el fondo. Los precios eran ridículos. Ciertos fueron los consejos que nuestros nuevos amigos de Guangzhou. En cuatro días tampoco fui capaz de recorrer todo pero la idea ya estaba. Ese era el lugar al que hay que volver en búsqueda de negocios. Ropa, juguetes, joyas, repuestos, herramientas, artículos deportivos. Todo está ahí y, lo mejor de todo, es que tuve la suerte de ser guiado por Ángeles Liu (asumo que es su nombre para accidente), una joven profesional china dedicada al Trading que tuvo la oportunidad de aprender español en Madrid y luego trabajar en Quito, Ecuador. Ella hizo el recorrido mucho más amigable ya que allá el inglés no me sirvió de mucho. Casi nadie habla otro idioma. Hasta el día de hoy el contacto con Ángeles sigue siendo muy valioso.
Dio lo mismo la comida, el idioma, la contaminación y las, a veces, chocantes costumbres que se viven en China. Cuando en mis cursos cuento la experiencia, los precios y cómo debe ser relación comercial con los chinos veo que es de enorme valor para mis alumnos al punto que muchos quieren ir conmigo nuevamente y me da gusto el interés. Porque gracias a ese viaje es que hoy hago lo que hago. Porque no creo que se justo que semejantes posibilidades de negocios estén sólo para quienes lo mantuvieron en secreto.
Hace un tiempo conocí una persona de origen muy humilde que hoy importa telas, insumos para zapatería y ropa de bebés. Su empresa familiar tiene márgenes anuales de medio millón de dólares. Partió con lo puesto y hoy tiene la vida que muchos sueñan pero pocos pueden tener. Ese orgullo llevó a Alejandro a contar su experiencia y a recalcar que, ojalá, hubiese tenido la posibilidad de que alguien le enseñara porque tuvo que perder mucho para ganar y llegar donde está. Más fuerza me dio para seguir adelante.
A pesar de que importar productos chinos genere controversia y para algunos sea un atentado contra la industria nacional puedo decir que el mercado da para mucho. La decisión está entre intentar tapar el sol con un dedo o tomar las ventajas de un Tratado de Libre Comercio que puede cambiar la forma de vida de más y más emprendedores tal como lo hicieron Alejandro y su señora. Yo ya elegí. ¿Qué eliges tú?
Galería con algunas imágenes del viaje: